¿Y si fuera una crisis de sobreproducción? (PARTE I)

En los últimos años he oído hablar de que la causa de la crisis es el sistema financiero, las hipotecas basura, la codicia de los mercados, la mala gestión de los políticos y las instituciones reguladoras, etcétera, etcétera. Probablemente todas esta tienen parte de razón, algunas bastante más que otras. Sin embargo, como decía hace algún tiempo David Harvey, parece que lo último que se les ha pasado por la cabeza a la mayor parte de economistas y/u opinadores profesionales es que la causa de la crisis sea el propio sistema, que se trate de una crisis estructural. También hace años, alguien preguntó en un grupo de discusión en el que participaba si la crisis que entonces empezaba a vislumbrarse era una típica crisis de producción. Entonces consideraba que sí, y es una opinión que sigo manteniendo.

La teoría clásica de la crisis

En la teoría marxista clásica las crisis capitalistas tienen su origen en empresas que no encuentran mercado para su producción, sobreproducción por lo tanto que tiende a coexistir con una situación de desempleo, que no es en conjunto sino capital y fuerza de trabajo (otro tipo de capital) que no encuentran oportunidades para ser invertidos y generar beneficios. Esto no quiere decir que no haya escasez. La sobreproducción implica excedentes de mercancías y las mercancías no se dirigen a cubrir las necesidades humanas sino la demanda solvente. Así, podemos encontrar un stock de mercancías, por ejemplo mercancía-vivienda, que no encuentra salida al mercado y por lo tanto se acumula sin ser utilizado. ¿A alguien le suena esto? En este país hay 3.5 millones de viviendas vacías y, sin embargo, en un contexto de destrucción de empleo, miles de familias encuentran problemas para solucionar una necesidad tan básica como es la de tener un techo.

La causa de que el sistema capitalista tienda a desembocar en este tipo de crisis es que, tras un periodo de expansión, la diferencia entre la capacidad de producción y la demanda solvente se hace cada vez más profunda, así que la demanda cae, los precios se estancan y bajan, caen las ganancias, las empresas quiebran y los trabajadores se quedan en el paro. Así que, para enfrentarse a la crisis o para evitarlas, hay que crear oportunidades donde invertir capital y mano de obra y/o incrementar la demanda solvente. Ambas cosas están íntimamente relacionadas, dado que si se destruyen puestos de trabajo, la demanda solvente se reduce y viceversa.

Así las cosas, diría que las últimas crisis del capitalismo global, desde la década de los setenta, han sido crisis de las soluciones para evitar la crisis de sobreproducción. Estas soluciones han sido, primero, la intervención del Estado sobre la economía y, segundo, la liberalización del sistema financiero y la creación de complejos sistemas de deuda. En ambos casos la cuestión de la vivienda y la urbanización en general han jugado un papel fundamental y esta última es una idea que tomo directamente de David Harvey.

La solución estatal

Vamos con la crisis de los setenta. Esta fue una crisis del sistema de regulación fordista-keynesiano, que se habría desarrollado a su vez como respuesta a la terrible crisis del 29 y a la depresión de los años 30 del siglo XX. El problema era alcanzar un conjunto de estrategias que pudieran estabilizar el capitalismo en las cuales la intervención del Estado, frente al liberalismo predominante con anterioridad, iba a jugar un papel crucial. Frente a la crisis de sobreproducción Keynes propugnaba la intromisión del Estado en la gestión de la relación entre las fuerzas de trabajo y acumulación del capital. El principal problema a solucionar era mantener el poder adquisitivo, distribuir salario y renta para conseguir un alto nivel de consumo y la salida de la crisis. Tras una crisis de la actividad en la que economía se estanca, la única forma de salir del circulo vicioso de “reducción del consumo=reducción de la producción=desempleo= reducción del consumo” es incrementar el consumo mediante la intervención del Estado en la economía.

En este periodo el Estado asumió varias obligaciones. En la media en que la producción en masa fordista (que ya venía desarrollándose antes de la crisis, pero que alcanza su madurez tras la IIGM) exigía fuertes inversiones en infraestructuras y necesitaba a su vez condiciones de demanda relativamente estables para ser rentable. Así, durante el período de posguerra el Estado trató de dominar los ciclos de los negocios por medio de una mezcla apropiada de políticas fiscales y monetarias. Estas políticas estaban dirigidas hacia aquellas áreas de inversión pública (transporte, servicios públicos, etc.) que eran vitales para el crecimiento de la producción y del consumo masivo, y que también garantizarían el pleno empleo. Los gobiernos también se dedicaron apuntalar fuertemente el salario indirecto a través de desembolsos destinados a la seguridad social, al cuidado de la salud, la educación, la vivienda y cuestiones semejantes. Además, el poder estatal afectaba, de manera directa o indirecta, los acuerdos salariales y los derechos de los trabajadores. Esta fue base para el prolongado boom de posguerra, en el que los países capitalistas avanzados alcanzaron fuertes tasas de crecimiento económico, se elevaron los niveles de vida y se frenaron las tendencias a la crisis.

Un elemento al que Harvey concede un gran peso en esta ola de expansión es el crecimiento urbano y, para el caso anglosajón, la suburbanización. El auge de los espacios residenciales suburbanos, se produce en EEUU y RU especialmente tras la IIGM. Este modelo de urbanización se basaba en la compra de viviendas en propiedad y la construcción de zonas residenciales de bajas densidades, dando lugar a un inmenso mercado del suelo y la vivienda, además del desarrollo de potentes sistemas de crédito a las familias. Además otros aspectos fundamentales de la misma era el automóvil privado como solución primordial al desplazamiento y la construcción de autopistas. Así que los crecientes capitales y la mano de obra eran absorbidos por la fábrica fordista, pero también por la construcción de grandes infraestructuras y por la construcción y reconstrucción de ciudad. En la Europa continental, la suburbanización tiene un peso menor y su desarrollo es más tardío, de hecho su verdadero auge comienza a partir de la década de los setenta. No obstante, el mismo papel que juegan los suburbios en el caso estadounidense, lo juegan los barrios funcionalistas promovidos por el sector público y la intensa renovación urbana de los centros urbanos, tan necesaria en una Europa castigada por la guerra.

No obstante, este modelo colapsaría en los años setenta, cuando empezaron a aflorar los problemas de rigidez de la industria de tipo fordista, basada en inversiones a largo plazo y a gran escala, que daba por supuesto el crecimiento estable del consumo. Surgieron también problemas de rigideces en los mercados de la fuerza de trabajo y todo intento de superar estas rigideces chocaba con la fuerza de los sindicatos y de la clase obrera organizada en general, poco dispuesta a ceder la estabilidad y el nivel de vida que había alcanzado en las décadas anteriores. En este contexto, la competencia de los nuevos países industrializados empezaba a hacer mella en la industria occidental. Además, las rigideces de los compromisos estatales también se agravaron cuando el gasto en salarios indirectos (seguridad social, pensiones, sanidad,…) creció por la presión de mantener una cierta legitimidad en el contexto de recesión. Ante esta situación, el único instrumento con capacidad de dar una respuesta flexible era la política monetaria, por su capacidad de imprimir moneda cuando hacía falta para mantener la estabilidad de la economía. Y de este modo comenzó la ola inflacionaria que pondría fin al boom de la posguerra cuyos hitos fundamentales para Harvey (ver Breve historia del neoliberalismo, editado por AKAL) fueron las quiebras de Reino Unido y de Nueva York.

¿Y si fuera una crisis de sobreproducción? (PARTE II)

Un comentario sobre “¿Y si fuera una crisis de sobreproducción? (PARTE I)

Deja un comentario