Hace poco que he visto la muy sevillana película Grupo 7 y, siguiendo los comentarios sobre la misma en internet y en la prensa escrita, me ha sorprendido la escasez de referencias a los hechos reales en los que se basa. Incluso he llegado a leer algún comentario de su director minimizando el grado en que el guión pudiera estar basado en acontecimientos verificables. Se ha notado que había pocas ganas de molestar, a pesar de ser un acierto la presentación de la película en pleno vigésimo aniversario de la Expo 92. De igual forma, el largometraje en sí, transmite esa sensación de pretensión crítica pero sin ofender, que puede presumir de social al mismo tiempo que no incomoda a los funcionarios y cargos políticos que estuvieron implicados en los hechos que se narran. Lo cierto es que el Grupo 7 es el Grupo 10, y creo que la historia de este “grupo salvaje” es, hasta llegado cierto punto de la película, bastante fiel a la realidad, al igual que la ambientación del centro histórico de la Sevilla pre-Expo92, muy bien captada.
Es fácil seguir el rastro de este grupo en la Hemeroteca Municipal. Un equipo de la policía especializado en el menudeo de droga y centrado en limpiar el casco histórico de la ciudad en los años previos a la Expo 92. Sus métodos, que incluían el pago con heroína a los delatores, las palizas, la extorsión, el robo y otros, les hicieron treméndamente efectivos y su buena relación con la prensa local hacía que sus redadas apareciesen un día sí otro no en los medios. Todo hasta que, poco después de ser condecorados por el Alcalde por su trabajo durante el macroevento, fueron encausados por toda una serie de delitos. El hecho de que llegaran incluso a allanar la casa del juez, para intervenir sus comunicaciones, sin duda debió tener mucho peso en que cuatro de ellos llegara a estar en prisión preventiva. Ahí acabó el idilio de la prensa y el Ayuntamiento con el Grupo 10 y no volvió a hablarse del tema.
Las actuaciones más trascendentes de este grupo se realizaron en las zonas marginales del centro histórico, como la Alameda de Hércules y su entorno residencial, donde iniciaron en gran medida el cierre de prostíbulos y locales y el acoso al lumpen local que predominaba en la zona por aquel entonces. A parte de la operación de fachadismo que se hizo en este tipo de barrios en torno al 92 y en la cual el control policial jugó un papel evidente, el Grupo 10 ejemplifica como la policía puede ser utilizada al servicio del urbanismo. La intensa intervención policial en la zona fue seguida de una importante oleada especulativa, inversión pública y privada, derribos y rehabilitaciones de edificios, que condujeron al conocido proceso de aburguesamiento residencial. Echando la vista atrás resulta impresionante como en a penas tres lustros se transformó uno de los mayores lupanares de Sevilla en una zona de paseo de la clase media progresista.
A cualquiera le gustaría más el estado actual de la Alameda que el que tenía hace dos décadas, eso está claro, pero no hay que olvidar a los asustaviejas, las declaraciones de ruina y esa población tradicional envejecida y empobrecida que tuvo que ser desplazada para dejar sitio a los funcionarios de la Junta de Andalucía que hoy pasean por allí con sus hijos. Tampoco conviene olvidar que todo esto fue posible por la toma policial del sector con carácter previo, que en ocasiones adoptó la forma de limpieza étnica. Creo que el largometraje difícilmente refleja este punto clave y queda en una película policíaca con unas escenas de acción sorprendentemente creíbles para tratarse de un producto local. En cuanto a su contenido y su mensaje ético, me deja un sabor parecido al que me dejó en su momento la Ley 627 de Tavernier, y no digo más.