La teoría de la solución espacial de Harvey

La mayor parte de la obra de David Harvey se ha dedicado a establecer las bases de lo que él denomina materialismo histórico-geográfico. En sus obras más conocidas, el autor señala la escasa atención que prestó Marx al espacio e intenta compensarlo, para lo que parte de sus textos originales y el método dialéctico. De las aportaciones realizadas por el autor en este sentido, una de las más conocidas es la teoría del ajuste o solución espacial a la crisis (spatial fix).

Aunque esta teoría se desarrolla fundamentalmente en su obra Limits to Capital, algunos elementos de la misma ya empiezan a intuirse en su obra anterior Urbanismo y Justicia Social (mucho más difundida en el ámbito hispanoparlante). De hecho la primera, en gran medida, se dedica a desarrollar aspectos de la teoría histórico-geografía introducidos en la segunda. En Urbanismo y Justicia Social, Harvey explica las ciudades en términos materialistas como una concentración geográfica de un producto social excedente, que en la sociedad capitalista sería el plusvalor. En las economías precapitalistas, la ciudad habría funcionado como un lugar de utilización de plus-producto a través de la arquitectura monumetal, siendo la versión moderna y capitalista la inversión de excedente en nuevos medios de producción y en la construcción de ciudad (en gran medida medio de producción), a menudo mediante un consumo de recursos despilfarrador y superfluo. Así, el proceso social del urbanismo requiere la articulación de una economía espacial suficientemente extensa como para facilitar la concentración geográfica del excedente (el puerto y su hinterland o la metrópolis y sus colonias, por ejemplo) lo que implica que la integración espacial de la economía y la evolución del urbanismo están inextricablemente relacionados.

En este punto Harvey utiliza a Lefebvre, para el cual la urbanización llega a dominar en el momento actual a la industrialización. El sociólogo francés realiza una distinción entre dos circuitos de circulación de plusvalor. Un primer circuito de actividad industrial y un segundo circuito de creación y extracción de plusvalor por la especulación con los derechos de propiedad y de los intereses procedentes de desembolsos anteriores en forma de inversiones de capital fijo. En su libro La revolución urbana Lefebvre afirmaba que la tendencia era a que el plusvalor formado y realizado en la especulación y mediante la construcción inmobiliaria superase al de la producción industrial. Es decir, el segundo circuito, formado por un conjunto de inversiones en capital fijo y construcción de ciudad, tiende a suplantar al principal.

El análisis del circuito secundario de circulación sería un elemento clave en la siguiente obra de Harvey, con un papel fundamental en el ajuste/arreglo/solución espacio-temporal. Aquí, de nuevo, el problema central es la tendencia a la crisis del capitalismo y el papel que podría jugar el circuito secundario de circulación y otras estrategias espaciales en prorrogarla. Según la teoría marxista el capitalismo tiende a generar crisis de sobreproducción en las cuales las posibilidades de inversión rentable se agotan, lo que conduce a una destrucción del capital existente mediante su devaluación o mediante la infrautilización de la mano de obra (desempleo). Frente a esto, las soluciones espaciales serían en principio dos, la reorganización espacial de un territorio o región económica y la exportación del capital y el trabajo sobrantes más allá de la región en la que se han generado. En el primer caso la solución pasa por inversiones a largo plazo en capital fijo e inmóvil (segundo circuito de acumulación) para facilitar la movilidad de otros capitales. Así, las inversiones en infraestructuras espaciales tienen la función de comprar tiempo, evitando la crisis de acumulación a un cierto plazo. Por supuesto, las infraestructuras de larga vida no devuelven su valor a la circulación hasta muchos años después, por lo que resulta en una estrategia dirigida por el Estado. Como afirmaba Topalov en La Urbanización Capitalista el capital privado no invierte en empresas que no incluyan condiciones de rentabilidad, lo que empuja a que el finaciamiento de las infraestructuras urbanas sea público o bien a que el Estado asegure las condiciones de rentabilidad. El segundo ajuste espacial haría referencia a una transformación externa que evita la destrucción de capital propia de la sobre-acumulación mediante la exportación de capital, mercancías y trabajo sobrante, al menos durante un periodo de tiempo, a otras regiones. Esto implica una expansión y reestructuración geográfica del mercado capitalista cuyo caso más notorio es el imperialismo de las potencias más desarrolladas con respecto a las economías periféricas. Harvey refiere también un ajuste temporal, que implicaría un desplazamiento temporal (hacia el futuro) de la crisis mediante el crédito y las financias. El crédito permite tanto las inversiones a largo plazo como la exportación de capital, mercancías y trabajo a zonas con falta del mismo.

Como se puede observar, el término ajuste (fix, que significa también fijar en inglés) se utiliza en dos sentidos. En primer lugar, en un sentido literal, como fijación durable del capital adoptando una forma física (capital fijo). En segundo lugar, un sentido metafórico, como solución temporal basada en estrategias espaciales que enfrentan las tendencias específicas a la crisis. Una crisis que solo puede evitarse por un tiempo, pudiendo ser el ajuste eventualmente un efecto engrandecedor de la misma, algo que hemos experimentado en la reciente crisis financiera de los países postindustriales. Las soluciones espaciales generan sus propios problemas.

La teoría regulacionista

Términos como fordismo y postfordismo, que hoy día se utilizan de forma habitual para referir diferentes momentos de la economía capitalista, son los conceptos de mayor difusión desarrollados por la escuela regulacionista. Grupo de economistas (en principio) que realizó su mayor aportación, precisamente en la teorización de las transformaciones político-económicas del mundo occidental.

Orígenes, contexto e infuencias

La Escuela surgió en la década de los setenta, a partir de varios economistas franceses, siendo el acto fundacional la publicación del libro A Theory of Capitalist Regulation de Aglietta, con fecha de 1976. A este economista se le sumaron otros autores entre los que destacarían en principio Boyer y Lipietz. El contexto en el que surge esta teoría resulta claramente determinante, marcado, por un lado, por la crisis de los años setenta, y por otro por el derrumbe del paradigma económico keynesiano. Recordemos que el inicio de la crisis estructural en 1973 daría por terminado un ciclo de tres décadas de crecimiento económico más o menos armonioso en occidente cuyo rasgo más popular es quizás la gran fábrica fordista y el incremento acelerado de los estándares de vida de la clase trabajadora en Europa y EEUU.  La combinación de estancamiento económico con una fuerte inflación fue la vía que encontraron las ideas neoliberales más radicales para abrirse paso en la política real, en primer lugar con el Chile de Pinochet y el Reino Unido de Thatcher, hasta alcanzar la clara hegemonía de la que habrían de disfrutar en la década de los noventa. Así, este grupo encuentra la necesidad de explicar tanto el periodo de estabilidad fordista como el cambio hacia nuevas formas de relación entre la base económica y las instituciones. En esta empresa habrían de enfrentarse al pensamiento neoclásico dominante en la academia, negando su presupuesto de autorregulación del mercado y señalando la necesidad de un marco institucional que garantice la reproducción del sistema capitalista, lo que sería la base de la aproximación regulacionista.

La influencia más clara de los regulacionistas es el marxismo y, de hecho, su enfoque está  inmerso en una economía política materialista e histórica. No obstante, estos autores buscan a su vez marcar distancias con el marxismo ortodoxo, con la fuerte separación entre estructura económica y superestructura política/cultural/ideológica y con las claras tendencias al determinismo económico.  Aglietta, por ejemplo, rechaza la relativa autonomía de la estructura económica, dando un peso central en la reproducción del sistema a la institucionalización de las relaciones sociales. Esta sería una de las principales características de la teoría, una concepción del Estado no como un simple instrumento de la clase dominante o un reflejo de la base económica, sino como un agente activo de la regulación económica y de las relaciones de dominación. En este sentido, Jessop apunta a Gramsci como principal inspiración, tanto por ser uno de los principales teóricos del Estado capitalista como por oponerse a la rígida distinción marxista entre base y superestructura. De hecho, el concepto de “bloque histórico” como forma temporal de capitalismo con cierta coherencia estructural puede verse como un antecedente del concepto “modo de regulación”.

No obstante, el marxismo de la escuela regulacionista es mestizo y son igualmente notorias las influencias del pensamiento macroeconómico keynesiano y de la escuela histórica de los annales.  Del primero recoge la problematización de la demanda, los ciclos económicos y el desempleo estructural y de la segunda la necesidad de la aproximación interdisciplinar, combinando economía, sociología e historia. Otro aspecto que lo aleja del típico marxismo estructuralista de los años setenta es que concede una gran importancia a la comprobación empírica de las hipótesis.

Modos de regulación

Aunque a menudo se ha tomado la teoría como una explicación del tránsito del modo de regulación fordista al postfordista, los autores contemporáneos tienden a entender el regulacionismo como una teoría general de la estabilidad y de las transformaciones de las estructuras del capitalismo. El problema que da lugar a la teoría sería el siguiente: el capitalismo es un modo de producción que en la teoría marxista tiende permanente a la crisis, no obstante, ha conseguido periodos de gran estabilidad y prosperidad duraderos en el tiempo. Los regulacionistas distinguen entre crisis cíclicas y crisis estructurales, siendo como es obvio su principal interés las segundas. Por lo tanto, el principal objetivo de la teoría era explicar esta estabilidad frente a las tendencias a la crisis estructural y el rol que tienen en la misma los cambios económicos e institucionales. Para ello, la teoría parte de dos conceptos “régimen de acumulación” y “modo de regulación”. El primero hace referencia a la forma en que la producción, consumo y distribución se organizan en un periodo de tiempo limitado para permitir la acumulación ampliada concediendo cierta estabilidad a la economía. El segundo refiere el conjunto de leyes, normas, formas del Estado, paradigmas políticos y prácticas que permiten el desarrollo más o menos armonioso de un régimen de acumulación. Esto generalmente implica una determinada política monetaria, relaciones laborales, forma del estado, etcétera. No obstante, las contradicciones internas existen y cuando no pueden ser contenidas por más tiempo estalla la crisis. Por lo que regulación y crisis serían dos caras de la misma moneda.

La primera escuela de la regulación identificaba dos modos de regulación. El del periodo que cubre de 1850 a 1930 se denominaba regulación por competición, marcado por el “dejar hacer” a los agentes económicos y un modo de producción que pasó de una baja productividad a una mayor intensidad en las primeras décadas del siglo XX gracias a los métodos tayloristas. El periodo entre 1930 y 1970 sería el protagonizado por un “modo monopolista de regulación” basado en el fordismo, es decir, elevada productividad y consumo de masas. Este, según Lipietz, entraría en crisis en la década de los setenta debido a la caída de la tasa de ganancias causada por las rigideces consustanciales al modelo y por la presión procedente de la internacionalización de los mercados. Las siguientes generaciones de la escuela empezarían a hablar de post-fordismo para referir el modo de regulación resultante de la crisis.

Una de las críticas más evidentes al regulacionismo es que funciona como explicación de las transformaciones del capitalismo occidental, pero presta escasa atención y es dificlmente aplicable al capitalismo periférico, aunque Lipietz hablase de un cierto Fordismo periférico. En este sentido sería interesante evaluar como encaja la regulación con la teoría de la dependencia o la teoría del sistema-mundo. También, en principio, se acusaba a la teoría de ignorar la dimensión espacial de la acumulación. Paradójicamiente, la tercera escuela regulacionista, activa en la actualidad, está formada principalmente por geógrafos anglosajones, más interesados en los cambios en la organización espacial del capitalismo o la influencia de la regulación sobre las formas urbanas, siendo quizás su autor más relevante Bob Jessop. Incluso David Harvey, en su conocida obra The condition of Posmodernity, afirmaría adscribirse a los postulados regulacionistas y existen intentos tanto por su parte como por parte de Jessop de combinar su teoría del “spatial-fix” con la teoría regulacionista.

Releyendo «Urbanismo y Desigualdad Social» de David Harvey

 Harvey es probablemente el geógrafo vivo más reconocido. Teórico brillante y marxista declarado, su influencia se extiende mucho más allá de la geografía, hacia el conjunto de las ciencias sociales, siendo un referente fundamental para los estudiosos de la ciudad desde un enfoque crítico. Urbanismo y desigualdad social, publicada por primera vez en 1973, es una de las obras clave del autor, especialmente conocida por presentar la ruptura del geógrafo con los planteamientos neopositivista, predominantes hasta ese momento en el ámbito anglosajón, y sustituirlos por un enfoque marxista. De esta forma, el libro se convirtió rápidamente en una obra paradigmática, que abanderó el cambio de posición epistemológica de muchos científicos sociales en la década de los setenta, durante el auge de las ciencias sociales críticas y de la geografía radical. Valga decir también que muchos de estos científicos, que abrazaron el marxismo en los efervescentes años setenta, volverían a los discursos del status quo en los conservadores años noventa, no siendo este el caso de Harvey.

Aunque se trata de una recopilación de varios artículos cuya lectura independiente es factible, uno de los aspectos más llamativos de la obra es su particular estructura, dividido en dos partes bien diferenciadas que responden a planteamientos liberales y planteamientos marxistas de la misma problemática. En la primera parte Harvey trata sus grandes preocupaciones epistemológicas sobre el espacio y la justicia social en la ciudad partiendo de los planteamientos típicos de las ciencias sociales neopositivistas. Predominan entonces los presupuestos marginalista, girando el problema en torno al efecto de las externalidades en la distribución de la riqueza y las posibilidades de alcanzar el óptimo de Pareto en el mercado de suelo, planteandose en última instancia las formas en que el Estado puede intervenir para mejorar la distribución de la riqueza.

El capítulo tres, Teoría Revolucionaria y Contrarrevolucionaria en Geografía, supone el punto de inflexión de la obra que da paso a los planteamientos marxistas. Un texto muy conocido en su forma previa como artículo publicado en la revista Antipode en inglés y en Geocrítica en castellano. Aquí, apoyándose en la conocida obra de Kuhn sobre las revoluciones científicas, plantea su particular revolución contra el neopositivismo en Geografía. Desmintiendo el carácter supuestamente objetivo de la ciencia cuantitativa, el autor acusa a este tipo de teorías de suponer fundamentalmente una defensa del status quo y de estar impregnadas de ideología y de intereses políticos. Frente a esta ciencias plantea la necesidad de construir una teoría revolucionaria tomando como base el marxismo. Así, a la inspiración que muchos geógrafos urbanos encontraban en la Escuela de Sociología de Chicago, Harvey contrapone los tempranos y avezados trabajos de Engels sobre la ciudad de Manchester.

Los dos capítulos siguientes están plenamente integrados en la teoría marxista. El primero de ellos comienza planteando la diferencia entre valor de uso y valor de cambio como la base fundamental para analizar el mercado de suelo urbano, desechando el neoclásico concepto de utilidad, y disecciona las particulares características del suelo como mercancía haciendo énfasis en su carácter monopolista. A continuación realiza una revisión exhaustiva del análisis microeconómico de los agentes del mercado de suelo desde unos planteamientos marxistas. Estos análisis eran bastante comunes en este momento, y el capítulo en general recuerda mucho a otros autores de la época como Topalov o Castells. El capítulo acaba con una análisis de la renta, en la cual el autor ubica el factor determinante de la distribución de los usos del suelo en la ciudad capitalista. El capítulo siguiente se apoya en mayor medida en Polanyi y en sus planteamientos sobre los modos de regulación histórica, que sirven a Harvey de hilo conductor para examinar la relación de la forma urbana con la acumulación de excedente a lo largo de la historia y las formas de circulación espacial que adopta el capital.

En el capítulo final el autor retoma las principales ideas tratadas a lo largo del libro para realizar diversas aclaraciones sobre los planteamientos teóricos y sobre su concepto de ciudad, haciendo una animada reivindicación del estructuralismo como enfoque epistemológico. En las últimas páginas el autor se dedica a contrastar sus análisis con las ideas de Lefebvre, autor al que sin duda debe mucho esta obra, y termina replanteando la idea de este último autor sobre los dos circuitos de acumulación de capital. Esta teoría sería desarrollada con mucha mayor amplitud en su siguiente obre The Limits of Capital, siendo quizás una de las mejores aportaciones teóricas de este brillante geógrafo.

En definitiva, una obra fundamental para comprender tanto al autor como a la geografía moderna, que a pesar del tiempo pasado desde su primera publicación sigue teniendo la capacidad de aportar claves fundamentales para comprender el fenómeno urbano.